martes, 27 de octubre de 2009

El Principito y el Desarrollo Humano


En mi primer entrada a este blog, no puedo olvidarme de un libro que trasmite la esencia del desarrollo personal y que tanto me gusta. Estoy hablando de “El Principito”. Es un libro que no me canso de leer, y que siempre encuentro algo nuevo que aprender de él.
Quizás mucha gente se puede preguntar que tiene que ver este libro con el desarrollo que se plantea en la asignatura “Psicología de la Infancia y de la Adolescencia”. Personalmente, veo una clara similitud, ya que el protagonista del libro se va desarrollando personalmente a medida que va conociendo a otros personajes a lo largo de la historia. Es decir, un ser humano se va desarrollando como persona, va experimentando el mundo gracias a los adultos y las situaciones que se va encontrando en su camino.


Si tuviera que elegir uno de los capítulos más importantes para mí, sin duda sería cuando el Principito se encuentra con el zorro.
El niño se consideraba afortunado porque poseía una flor que el pensaba que era única, pero se dio cuenta que había cientos como la suya, es decir para él ya era vulgar y corriente.
El protagonista de nuestra historia poseía en su planeta una rosa y tres volcanes. El Principito no creía que eso le convirtiera en un gran príncipe. Pero un día se encontró con un zorro y este le dijo que jugara con él. El zorro le respondió que no podía, porque no estaba domesticado, pero que si lo hiciera no sería un zorro como los demás, ni el sería un niño como los demás; serían únicos los dos.


Todo el tiempo que ha pasado el Principito con el zorro, hace que este se sienta importante, y por eso se sentía responsable del zorro. El Principito en ese momento entendió todo. El zorro ya no era un zorro cualquiera, era especial y único. Al menos para el niño.
Su rosa, no era como las otras rosas, porque él la cuidaba, se sentía responsable de ella y tenía que volver a cuidarla como lo hacía antes.
El zorro como agradecimiento de haber sido domesticado le llevó un regalo al niño. Una frase única, y que todos deberíamos de tener presente siempre en nuestra vida:
“Sólo con el corazón se puede ver con claridad. Lo esencial es invisible a los ojos”

Cuando leí por primera vez el libro, no lo entendí demasiado bien, ya que tenía quince años aproximadamente, y no extrapolé la esencia del mismo. Hoy con diez años más, y con algo más de experiencia en la vida, me doy cuenta que esa frase tan bonita que el zorro le regala al Principito es esencial en el desarrollo de cada uno de nosotros.
Cuando nacemos, necesitamos del adulto para poder sobrevivir y poder ir desarrollándonos en todos los niveles: cognitivo, lingüístico, emocional…Según va pasando el tiempo vamos experimentando de una manera más autónoma el mundo que nos rodea, es decir, hay una continuidad en el desarrollo. Aún así no podemos olvidar que no todo es continuo, sino que también es necesario una discontinuidad para desarrollarnos en todas las dimensiones. Es decir, habrá elementos del desarrollo que impliquen un cambio personal más profundo como le pasó al Principito cuando conoció al zorro.


El desarrollo implica tiempo. Continuamente nos desarrollando y estamos experimentando el mundo, como dice Piaget. Pero según va pasando el tiempo, no es necesario experimentarlo inmediatamente para conocerlo, es decir, nuestra mente se va desarrollando. Podríamos decir que a la hora de dar sentido al mundo, pasamos de la exploración física para llegar a lo mental.

Como se observa en el Principito, el niño llegó a no valorar la flor que tenía porque había muchas iguales. Poco a poco, se dio cuenta gracias al zorro, de lo importante que era su flor, ya que el la cuidaba y la tenía mucho cariño. Es decir el Principito se fue desarrollando personalmente, y se dio cuenta que aunque hubiera muchas flores iguales, la suya era especial, es decir pasó de la experimentación física del mundo, a una más abstracta como es la mental. Fue más allá, se fue desarrollando como persona, y fue valorando la esencia de las cosas gracias a todo lo que había aprendido de todos los agentes mediadores que se fue encontrando por su camino.

Es un claro ejemplo de lo que nos pasa a nosotros desde el momento en el que nacemos. El adulto, es fundamental en el desarrollo del niño, es decir es un agente mediador, entre el niño y el mundo. Gracias a la interacción social que se va produciendo, el niño va construyendo su propio mundo, como lo hizo el Principito con su planeta.
Por lo tanto, tiempo y desarrollo van unidos, y de esta forma dar lugar a la triada: adulto-objeto-niño, todo ello inmerso en un contexto determinado.

Para concluir mi primera entrada en este blog, animo a todos a leer este maravilloso libro, que hace que nos desarrollemos como personas, y poder ver la esencia de las pequeñas cosas que la vida nos ofrece y que en muchas ocasiones desperdiciamos.
El protagonista de nuestra historia se convirtió en un gran Príncipe, ya que descubrió lo necesario que era él para su flor, y viceversa. Se desarrolló personalmente y se dio cuenta de lo que creció interiormente al conocer la esencia de las cosas. Cada uno de nosotros nos vamos desarrollando y nos seguiremos desarrollando a lo largo de nuestra vida como lo hizo el Principito, pero siempre sin olvidar este mensaje: “Lo esencial es invisible a los ojos”